En varias conferencias de este año, así como en grupos de redes sociales, me han preguntado cómo compaginar contradicciones entre la Síndone y distintas revelaciones privadas, especialmente las de Ana Catalina Emerick y Maria Valtorta. Me llama la atención que muchas personas ponen estas revelaciones a la misma altura de la revelación de los evangelios. Además, las usan como argumento para admitir o rechazar la autenticidad o no de la Sábana santa (si envolvió a Jesús de Nazareth o no).
Al buscar dichas revelaciones por internet, me he asombrado viendo gran cantidad de páginas que las ensalzan como una verdad revelada (en algún caso incluso por encima del Evangelio) y las consideran como un auténtico dogma de fe.
No voy a entrar a valorar si dichas revelaciones son auténticas o no. No me corresponde a mi sino a la Iglesia dicho discernimiento. Pero sí es necesario aclarar algunos conceptos sobre este tema:
-La revelación de Dios se realizó modo completo en Jesucristo y Dios no necesita “editar” anexos por medio de revelaciones místicas.
-Dichas revelaciones nunca son dogma de fe y, por tanto, no obligan a ningún cristiano a aceptarlas, independientemente de si son o no auténticas.
-Una revelación privada sólo obliga a quien la tiene y será una vida de santidad la que deje traslucir el origen de esas revelaciones.
-Hay que ser muy prudente cuando entran en muchos detalles y dan muchas novedades. Y remitirse al juicio de la Iglesia.
-En nada pueden contradecir la revelación divina ni completarla y, mucho menos, corregirla. Su función será ser una ayuda para la fe. Son una ayuda válida para vivir mejor el Evangelio, pero no obligan a nadie.
-San Juan de la Cruz nos dice: “Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra... Porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado a Él todo, dándonos el todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra cosa o novedad” (Subida al Monte Carmelo, II, 22)».
¿Qué sucede con los estigmas en las palmas de las manos y otros puntos relativos a la Pasión que hoy sabemos que históricamente sucedieron de modo diferente? Dios es Maestro y, como tal, se adapta a nosotros. Cuando uno se acerca al Antiguo Testamento va descubriendo un Dios que va enseñando, ayudando al hombre a caminar paso a paso, abriendo su mente y corazón, con mucha paciencia y amor, para recibir el culmen de su revelación: Jesucristo. Y se adapta a las categorías mentales del hombre, como hace un maestro de primaria con sus alumnos más pequeños.
¿Sería un signo de Dios para san Francisco un estigma en la muñeca y no en la palma? No, porque no tenía modo de entender la herida en otro lugar. ¿Entendería alguien de siglos atrás la corona como un casco en lugar de una diadema como todos tenemos en la mente? ¿O la cruz sólo como el patibulum? …Y lo mismo pasa con tantos “errores históricos y científicos” que encontramos en las revelaciones privadas. Incluso encontramos contradicciones entre ellas en temas geográficos, científicos o históricos.
Que la Síndone no se adapte a mentalidades y conocimientos de ninguna época histórica concreta es el mejor signo de su autenticidad. Que el hombre de la síndone y su sangre sea de una perfección asombrosa nos hace darnos cuenta de que no ha podido ser hecho por nadie en una época concreta…porque no se adapta a ninguna y se hace presente en todas.
Que, desde el punto de vista científico, la Síndone contradiga muchas de estas revelaciones es una prueba clara de su autenticidad. No se adapta a ninguna categoría mental humana. Es, simplemente, una imagen desconcertante, una imposibilidad científica desde el punto de vista humano.
La Sábana santa simplemente está ahí. Es un testigo mudo de la historia. Quizás del momento más importante, sorprendente, desconcertante y fundamental de la historia.
Feliz Pascua de Resurrección
Ignacio Huertas Puerta, delegado del CESAN.
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