Iniciamos la publicación de un artículo de Manuel Carreira ya publicado en su día por el Centro Español de Sindonología. En él hace un acercamiento muy interesante para mirar la síndone con los ojos de un físico. Manuel M. Carreira, sacerdote jesuita, era Licenciado en Filosofía (Universidad Pontificia Comillas, Madrid), Licenciado en Teología (Loyola University, Chicago), Máster en Física (John Carroll University, Cleveland) y Doctor en Física (The Catholic University of America, Washington). Su tesis versó sobre los rayos cósmicos y estuvo dirigida por el Dr. Clyde Cowan (co-descubridor del neutrino y Premio Nobel de Física). El Dr. Carreira ha sido durante quince años miembro de la junta directiva del Observatorio Vaticano. Además de investigar en torno a la astrofísica y a las relaciones entre ciencia, filosofía y teología, ha trabajado en varios proyectos de desarrollo tecnológico en el área aeroespacial, financiados por la NASA. Muere en febrero de 2020.
El estudio de la Sábana de Turín abarca aspectos tan diversos como la relación con la iconografía de siglos, el examen textil del paño, el análisis médico de las manchas de sangre, la historia de sus posibles itinerarios hasta llegar a Francia, la determinación del origen de las múltiples heridas, la información contenida en la imagen, la edad de la tela y el proceso posible de formarse la imagen en ella. Autores diversos, especialistas en cada una de las ciencias y técnicas aplicables en cada caso, han tratado en muchas ocasiones esos aspectos y siguen presentando su evaluación de resultados con una competencia que siempre es digna de admiración y que se somete a la crítica de científicos de profesionalidad comparable.
No me encuentro entre el número reducido de quienes han podido tener acceso directo a la Sábana o a las muestras extraídas de ella para estudios de laboratorio, aunque sí he tenido la satisfacción de tratar directamente con quienes han hecho tales estudios, así como de leer con interés un gran número de publicaciones sobre el tema. Por mi preparación como físico tengo especial interés en dos problemas que, independientemente de todos los demás aspectos, necesitan ser discutidos y resueltos dentro del ámbito de esta disciplina: la edad de la Sábana anunciada como resultado de medidas de su contenido de C14, y las hipótesis formuladas para explicar las características y formación de la imagen. Solamente de estos dos problemas quiero tratar en este artículo, y deseo hacerlo de un modo sistemático y siempre con el criterio de utilizar el refrendo de comparación con los hechos: la física se autodefine últimamente por el contraste de sus teorías con el comportamiento real y observable de la materia.
1. Datación de la tela por el radiocarbono
Es bien conocido de todos el resultado que se anunció en 1988: tres laboratorios distintos afirmaron conjuntamente que la técnica de datación por el C14 indicaba que el lienzo de Turín era del siglo XIV, aproximadamente de aquella época en que tenemos testimonios históricos de su existencia en Francia. La reacción inmediata de los medios de comunicación, e incluso de medios eclesiásticos, fue el declarar el tema zanjado, y negar toda posible conexión de la Sábana con la crucifixión de Jesús catorce siglos antes.
Con un único dato en contra, aunque se trataba de un dato revestido de todo el prestigio de la ciencia nuclear moderna, se daba por inválido todo el estudio previo de decenas de científicos de todas las disciplinas y todos los resultados concordantes que apuntan a la autenticidad arqueológica del lienzo. Sin responder a las preguntas obvias de cómo podría alguien en la Edad Media tener los conocimientos médicos o históricos para producir una impresión que asombra por su exactitud anatómica, patológica y cultural, y sin indicar cómo esa imagen única pudo aparecer sobre la tela, se dio por cerrado el caso con referencias más o menos tibias a un valor simbólico de ese "icono", o con un ataque despreciativo hacia la credulidad y oportunismo de quienes lo veneraron durante siglos. Creo, como físico, que la reacción fue prematura, precipitada y excesiva. No es la primera vez, ni será la última, en que un dato discordante deja perplejos a los investigadores durante un tiempo. Podemos recordar que, a principios de siglo, la duración del Sol por los procesos conocidos de producción de energía era totalmente incompatible con la edad de la Tierra y de sus rocas, con vestigios claros de vida muy anterior a la edad calculable para nuestra estrella. También la edad del universo según los datos de Hubble en los años 30 era inferior a la edad de las rocas terrestres, y hoy vuelve a presentarse el problema con edades de estrellas que parecen exceder los cálculos más aceptados de la expansión desde el Big Bang inicial. En cada caso, fue necesario re-calibrar los métodos de datación o ampliar los procesos físicos a tener en cuenta. Pero en ningún caso se negó o consideró sin valor ninguno de los datos científicos por el hecho de estar en conflicto. Lo mismo ha ocurrido en el campo de la física de partículas, con problemas tan serios como la aparente no- conservación de masa y energía (que llevó a predecir y descubrir el neutrino) o, en la actualidad, con la falta de neutrinos solares, que nos fuerza a una revisión de enorme alcance en nuestras teorías de reacciones nucleares en las estrellas o en las propiedades de partículas elementales. La ciencia avanza resolviendo problemas, no negándolos. Por sobreponerse al "sentido común" con sus obvias conclusiones, Einstein nos dio la relatividad. La mecánica cuántica, a pesar de su éxito indudable, sigue desafiando todas nuestras nociones de realidad y de lo que "debe" suceder; hasta el punto de que se llega a decir en libros de texto que no debemos preguntarnos cómo pueden las cosas ser realmente así, si es que queremos avanzar en nuestro estudio. Siempre es de temer que nuestras simplificaciones de problemas para hacerlos solubles nos dejen con la impresión falsa de que hemos tenido en cuenta todos los factores importantes. En el caso de dataciones por el C14 es bien conocido el hecho de que se dan resultados discordantes con cierta frecuencia, y que un solo dato no es suficiente para tener seguridad. Necesitamos saber con precisión la cantidad (porcentaje) de átomos radiactivos en la muestra inicial, las posibles causas de contaminación y su influjo relativo, y el porcentaje final a esperar después de un tiempo dado. Con esta base, se compara el resultado de medidas (número de átomos radiactivos en la muestra) con lo que predice la teoría para cada período de tiempo, y así se infiere la edad. Pero no es fácil establecer con precisión la historia de un objeto y de su entorno para eliminar causas de error. Un ejemplo puede aclarar lo expuesto. Si yo entrego a un laboratorio un trozo de rama de árbol, todavía verde, espero que el resultado del C14 indique una edad cero con respecto a la fecha actual, pues la rama estaba aún viva al cortarla del árbol. Si se me dice que el contenido de C14 corresponde a una edad de hace miles de años, tendré que encontrar una razón para lo que es claramente una fecha equivocada, pero no negaré que la rama estaba viva hace unos días. En este ejemplo podemos sugerir una respuesta: si el árbol crecía en un ambiente cargado de CO2 de combustibles fósiles (carbono petróleo), su porcentaje de C14 será tan mínimo que una interpretación obvia llevará a edades prehistóricas. Lo contrario podría ocurrir si la muestra, aun realmente muy antigua, se contaminase con material carbonáceo moderno.
En el caso del lienzo de Turín se ha hecho notar que las pequeñas muestras analizadas se extrajeron del borde de la tela, en una zona donde se han hecho reparaciones relativamente recientes (en los últimos siglos), y donde es muy probable que los hilos no sean exclusivamente parte del tejido original. Hasta qué punto es esto así, no puede decidirse a posteriori: los hilos se destruyen en el proceso de medida, y otros hilos que aún se conservan pueden sugerir que hubo una mezcla, pero no lo prueban ni lo niegan. Realmente sería muy deseable obtener muestras de una zona totalmente libre de otra tela o hilo extraño al lienzo, posiblemente de una parte casi central, pero lejos de los remiendos que cubren las quemaduras de 1532, así como de las otras quemaduras claramente visibles.
Contaminación por contacto con otros materiales puede también introducir C14 moderno en las muestras. Uno de los requisitos más importantes del método experimental de datación es la más completa limpieza posible, utilizando solventes orgánicos e inorgánicos que no afecten a la celulosa, pero sí a cualquier adherencia. Suponemos que este cuidado se dio en el caso de la Sábana, y que no hubo ninguna materia extraña en la cámara de combustión al quemar los hilos para producir el CO2 que luego pasa por el espectrómetro de masas.
Pero tal limpieza completa no puede suponerse automáticamente sin hacer pruebas, aun microscópicas. Queda todavía la posibilidad de algún tipo de contaminación externa resistente a todo lavado normal, o de alguna reacción química que incorpore C14 moderno a la estructura de la celulosa, en forma permanente e indistinguible de su composición original. Ambos tipos de contaminación de la Sábana han sido afirmados por autores dignos de crédito, aunque -sin tener acceso a su datos- no creo posible evaluar correctamente la importancia de tales efectos.
El Dr. Garza-Valdés afirma haber encontrado en muestras de la Sábana una capa de materia orgánica producida por microorganismos que todavía viven y se multiplican en los hilos. Según sus experimentos, esta especie de plástico adherido a las fibras es resistente a todos los métodos normales de limpieza, y puede constituir un porcentaje importante de materia carbonácea. Lo mismo ha sido afirmado por el Dr. Kouznetsov. Sin una serie de muestras bien controladas, y de medidas cuantitativas, no es posible juzgar la importancia que este material tendría para alterar la datación del lienzo2. Pero es sorprendente que se afirme (en el artículo original de «Nature») el mismo contenido de C14 en muestras que se sometieron a limpieza muy profunda y en otras que se midieron sin limpieza alguna, a pesar del obvio estado de suciedad de la tela tras siglos de manipulación y exposición a humo, agua, y otros contaminantes.
El Dr. Kouznetsov y sus colaboradores, en Rusia, han hecho notar dos nuevos factores, uno de carácter general y otro específicamente aplicable al lienzo de Turín. En primer lugar, afirman que en la planta del lino se da un proceso de fraccionamiento isotópico, que concentra el C14 preferentemente en las fibras de celulosa que luego forman los hilos de la tela. De ser así, todas las fechas obtenidas para telas semejantes tendrán un error: incluso las telas hechas hoy deben dar una fecha del futuro. No he visto publicación alguna de carácter científico en que se muestre tal resultado, y sin acceso a los datos y trabajos originales, no puedo dar una crítica más exacta y fiable. Tampoco he visto ningún estudio que indique si las diversas variedades de lino se comportan de idéntica forma, o si el medio químico del terreno y otras variables ambientales pueden influir en el enriquecimiento que se afirma, para establecer con mayor precisión si este factor es o no importante en el caso que nos ocupa. Tales comprobaciones de laboratorio deben hacerse en forma incuestionable. A mi entender, otros lienzos antiguos semejantes se han fechado sin problemas.
El incendio de 1532, según el Dr. Kouznetsov, sí tuvo un impacto importante en la composición de los hilos que se someten a estudio. Bajo condiciones de falta de oxígeno y a temperaturas de varios cientos de grados, la madera del cofre sufre reacciones químicas y produce compuestos activos que actúan sobre la celulosa del lino. Así se unen molecularmente los vapores de madera moderna a las fibras originales, contaminando con material rico en C14 a la tela que luego se examina para la datación. Descripciones de los trabajos realizados en Rusia contienen afirmaciones de una relación cuantitativa que lleva a una fecha de hace 2000 años cuando se corrige la abundancia de C14 para tener en cuenta los efectos del incendio. Una vez más, no tengo a mi disposición el conjunto detallado de medidas y cálculos; la teoría es plausible, pero sólo puede juzgarse su valor exacto con una serie de medidas controladas, a poder ser hechas por varios investigadores en laboratorios independientes, y con resultados publicados bajo el escrutinio de la comunidad científica. El entorno de un incendio semejante no es difícil de duplicar, y es la experimentación el último criterio para establecer la validez de la hipótesis.
Dejando a un lado propuestas explicativas que se apoyan en procesos naturales y reproducibles, nos vemos ante hipótesis de tipo excepcional, no susceptibles de verificación en el laboratorio, y que suelen ir unidas a supuestos modos de formación de la imagen por un hecho sobrenatural. En una forma u otra se sugiere que cualquier proceso desconocido capaz de afectar al lienzo con una energía que causó la imagen, pudo también alterar la tela en su estructura atómica, aumentando el contenido de C14.
La primera reacción ante estas afirmaciones es de extrañeza, por la coincidencia de que tal fenómeno lleve exactamente a una fecha que coincide con la datación histórica, y no a otro siglo anterior o posterior... ¿por casualidad? Si la formación de la imagen se debe a una decisión divina de dejar un motivo de credibilidad en la resurrección, parece ilógico el darnos un objeto que por su misma naturaleza física nos induce a dudar de su autenticidad, haciéndolo inútil para ese fin. Y si el C14 excesivo se produce por un fenómeno físico conocido o plausible, ¿cuál es su naturaleza?
Como veremos en la segunda parte de este artículo, es frecuente atribuir la imagen a una "radiación" no especificada. No acepta la física actual ningún tipo de radiación electromagnética que introduzca nuevos neutrones en el núcleo de C12 o C13. Aun suponiendo un proceso desconocido (y poco plausible) por el que el N 14 del aire se convirtiese en C14, no hay razón de que se combine químicamente con la celulosa del lienzo; una mera adherencia superficial no sería suficiente para contaminar las muestras, resistiendo a su limpieza. Tampoco es más aceptable la hipótesis de una "desmaterialización"4 del cuerpo en el momento de la resurrección, para que se liberen las partículas del núcleo y los neutrones se introduzcan en el C12 de la tela. El C14 de nuestra atmósfera se debe al impacto de rayos cósmicos sobre el N14 del aire, no sobre el C12. Y el efecto observado en la tela es muy improbable físicamente, de no ajustar con gran precisión la energía de los neutrones.
Si tenemos en cuenta la naturaleza de las fuerzas que mantienen unidas a las partículas de núcleos más pesados que el H, se puede formular una objeción muy obvia a toda "desmaterialización" que las separa. Desde el He hasta el Hierro, la síntesis nuclear libera energía, equivalente aproximadamente a un 1% de la masa inicial para llegar al C, N, O, Ca que constituyen el 34 % de los átomos del cuerpo humano típico. Para un cuerpo de 75 kg, esto quiere decir que unos 500 gramos de masa se han transformado en una enorme cantidad de energía (calculada por la conocida fórmula de Einstein, E=mc2), y esta misma cantidad (unos 50.000 billones de julios, la energía de una bomba atómica de 10 Megatones), es necesaria para destruir los núcleos y transformarlos de nuevo en partículas sueltas. Nada se dice en esta hipótesis acerca de la fuente de tal energía, ni del modo de canalizarla para que su único efecto sea el deshacer los núcleos atómicos del cuerpo, sin afectar ni destruir los objetos de su entorno (Lo indicado acerca de esta desmaterialización puede aplicarse también a las propuestas de E. Lindner (que sugiere una aniquilación parcial de protones en átomos del cuerpo) y de J.B. Rinaudo (desintegración de átomos de deuterio, liberando neutrones que alteran la cantidad de C14). No hay razón física de que esto ocurra, ni de que se produzca la cantidad de partículas adecuada para dar la fecha medieval ni de que las partículas tengan la energía correcta; tampoco de que influyan en la tela para dar la imagen).
El atribuir la imagen a rayos X de baja energía emitidos durante la desmaterialización débil supone también procesos muy improbables físicamente. No hay razón de que se produzca radiación X, que supone liberación de un exceso de energía, cuando es necesario suministrar la energía total que debe explicar la desmaterialización. Ninguna radiación que se propaga según leyes conocidas puede explicar las características de la imagen, como se describe en la segunda parte de este artículo. Ni conozco experimento alguno que dé base para pensar que tendrían exactamente la longitud de onda adecuada para penetrar solamente la superficie de las fibrillas de lino, causando la levísima deshidratación que da al lienzo el color amarillento de la imagen (Además de las consideraciones expuestas, desde el punto de vista de la física, es útil subrayar la dificultad teológica de aceptar esta desmaterialización. El concepto de hombre, como "animal racional", exige la existencia del cuerpo -necesariamente hecho de materia, de átomos- para que se dé un ser humano en su totalidad: no somos unos espíritus encarcelados a la espera de deshacernos del cuerpo. El Evangelio es tajante al mostrar a Cristo resucitado insistiendo en su corporeidad, en su carne y huesos, en sus llagas, en su capacidad de ser tocado y de comer con los discípulos. No tiene sentido hablar de resurrección si solamente es un espíritu, que nunca pudo morir, el que se dice que "vuelve" a la vida. Por eso es ilógico afirmar queen la resurrección se destruye el cuerpo en su nivel más básico).
Resumiendo todo lo dicho: en el supuesto de que la datación por radiocarbono ha sido llevada a cabo en forma profesional y totalmente digna de crédito (aunque con fallos metodológicos bien conocidos y que no tengo que discutir), es necesario encontrar una explicación de que su resultado esté en contradicción obvia con lo que se deduce de todos los demás estudios de la Sábana. Es posible que contaminaciones de microorganismos o efectos del incendio hayan introducido algún C14 en la celulosa del lienzo: tal efecto tiene que ser establecido cuantitativamente. Otras formas de enriquecimiento radiactivo son poco plausibles por su gratuidad desde el punto de vista de los procesos físicos necesarios y de sus efectos secundarios (además de sus dificultades filosóficas o teológicas). El problema permanece todavía sin resolver.
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